En 1868, el presidente estadounidense Andrew Johnson había establecido por la Ley Ingersoll la reducción de la jornada laboral a ocho horas luego de décadas de reclamo obrero. Los empresarios no lo acataron de inmediato y eso generó resistencia entre los que trabajaban en las fábricas hacinados, sin ventilación y por salarios irrisorios. En las mismas condiciones, lo hacían mujeres y niños, por la mitad del sueldo.
El 1° de mayo de 1986 se inició una huelga que tuvo epicentro en la ciudad de Chicago, (ciudad industrial de Estados Unido), y se expandió al resto del país hasta el 3 de ese mes. La iniciaron los obreros de la fábrica McCormick.
El reclamo era: “Ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho horas de recreación”. Los reclamos obreros no eran nuevos en el mundo. A fines del siglo XVIII, los trabajadores se habían manifestado frente a las tremendas condiciones laborales que trajo la Revolución Industrial en Gran Bretaña.
La manifestación no tardó en ser reprimida por la policía, que dejó los primeros muertos y decenas de heridos.
Tras esos incidentes, se convocó a una manifestación mayor en Haymarket Square donde, en un confuso episodio, el 4 de mayo, explotó una bomba que mató a un policía e hirió a otros. Esa jornada pasó a la historia como la “Masacre (o revuelta) de Haymarket”.
Por este hecho, acusaron a 31 trabajadores y condenaron a 5 a muerte (1 se suicidó antes de ir a la horca) y 3 a prisión. El juicio fue una farsa y nunca se descubrió quién fue el responsable del atentado. Estas 8 personas se convirtieron en los “Mártires de Chicago”.
En 1889, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional en París, estableció esta fecha, en homenaje a los “Mártires de Chicago” y como jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores.